Cuatro razones por las que no prosperamos

Cuatro razones por las que no prosperamos,

Dice la palabra de Dios en Romanos 1:16: “Porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Al judío, primeramente, y también al griego”. Si el Evangelio está actuando en nuestras vidas, hay una evidencia. Nos saca de la ruina del pecado y nos lleva a una auténtica prosperidad.


Aquí tienes el vídeo de esta enseñanza:


Y aquí el audio:


Yo no creo que hay un Evangelio de la prosperidad, porque “hay un solo Evangelio”, dijo Pablo, y “si alguien viene y os predica otro evangelio, sea anatema” (Gálatas 1:7-9). Algunos han hecho un énfasis tan grande, que han hecho un evangelio de las buenas obras, de la súper fe, de la súper gracia, de la prosperidad, etcétera. Pero hay un solo Evangelio, eso sí, que nos traslada todo el consejo de Dios y nos capacita plenamente; nos hace útiles y capaces, preparados para toda buena obra. Por eso, no creo que hay un evangelio de la prosperidad, pero sí un evangelio que prospera. Una prosperidad integral cuando vivimos el Evangelio. ¿Por qué? Porque es poder de Dios.

Dice en 3 de Juan 2: “Amado”, está escribiendo el apóstol Juan: “Yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Así lo expresa en la reina Valera. En la Biblia de las Américas cambia el orden, pero es la misma idea: “Amado, ruego -parece una oración de Juan por el receptor de la epístola, por su hijo espiritual- “ruego que seas prosperado en todo, así como prospera tu alma y que tengas buena salud”.

Este deseo de Juan (o esta oración de Juan) es la de un padre por un hijo espiritual, y también es el deseo o la intercesión del Hijo a la diestra del Padre. Es el anhelo de Dios para tu vida. Si tú eres un hijo de Dios, o una hija de Dios, Jesucristo murió por ti, él te ama a más no poder y él desea que seas prosperado en todo. Él desea que prospere tu alma y que tengas, por supuesto, buena salud.

Como pastor, también ese es mi deseo. A mí me encanta ver cuando a nuestros hijos espirituales les va bien y de alguna forma avanzan. Cuando se puede ver en sus vidas la prosperidad del Evangelio. Y no solamente me refiero a que prosperen como profesionales o en sus estudios, sino la prosperidad de la vida transformada, de la salud del alma y las cadenas rotas; matrimonios restaurados, alegría en los corazones, con esperanza y la evidencia de cómo el Señor nos transforma.

 

¿Cuánto costó que Dios nos lo pueda decir?


“Amado, deseo que seas prosperado en todo, que tengas buena salud y que prospere tu alma”. ¿Cuánto ha costado que Dios nos lo pueda decir? Piénsalo. Estábamos en una posición de maldición, nuestro pecado nos separaba de Dios, y el Señor nos colocó en Cristo, en una nueva posición, que es una posición de bendición. Ahora, puedo estar en el lugar de Cristo, en un lugar de bendición, porque Cristo ocupó mi lugar. La consecuencia del pecado es la maldición de la ley, algo que todos merecemos por no ser perfectamente santos y justos: ¡es todo lo contrario a lo que acabamos de leer en 3 Juan 2!


1) El Señor despreció al hijo para poderte decir a ti: Amado. Él fue aborrecido. Cuando clamó en la cruz del Calvario: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, lo dijo en voz alta para que todos entendiéramos que el Padre le estaba dando la espalda. Cristo se hizo pecado por los pecadores, tomó toda la maldad de la humanidad, todos los pecados asquerosos que merecen la ira de Dios, que merecen el castigo del infierno, que merecen la condenación, Jesucristo los cargó. Y para que tú hoy puedas escuchar del cielo: “Amado”, “hijo mío”, Jesucristo fue aborrecido y despreciado. En lugar de amado, fue aborrecido, despreciado, no solo de los hombres, sino que el Padre aborrece el pecado.


2) Deseo que seas prosperado. El pecado merece condena y castigo. Merece la separación de Dios: la ruina. ¿Por qué Dios puede proveer misericordia? ¿Por qué Dios puede perdonar absolutamente todos los pecados? Porque Cristo llevó mi ruina, tomó mi lugar y pagó por esos pecados. No abrió la boca, como Cordero fue llevado al Matadero. El castigo de nuestra paz fue sobre Él (Isaías 53). Para que Dios me pueda decir a mí, “Juan Carlos, deseo que sea prosperado”, Jesús fue arruinado. Entregó su juventud. Fue tentado en todo, aunque sin pecado, pero al final llevó la ruina del pecado, la maldición.


3) “Que tu alma sea prosperada”. Él probó la traición, él probó la soledad, él probó el tormento diabólico, la más oscura separación de Dios, la noche más terrible, colgando solo en esa cruz, porque todos le dejaron. El alma de Cristo fue angustiada hasta la muerte para que mi alma pueda tener prosperidad y bienestar.


4) “Y que tengas buena salud”. Jesús perdió su salud, llevó nuestras dolencias, sufrió nuestras enfermedades. Se arruinó su salud. A nosotros nos correspondía la maldición de la ley, que se arruine nuestra salud por causa del pecado, pero eso también lo llevó Cristo, para que ahora nosotros disfrutemos de buena salud, porque por sus heridas nosotros fuimos curados.

 

Mi prosperidad, mi bendición y mi bienestar es gracia; me es dado por gracia, por amor. Pero ¿cuánto le ha costado a mi Señor Jesucristo? Por eso ahora el Padre no quiere que toda esa bendición se desperdicie y que nosotros vivamos como el resto del mundo.

 

¿Qué es prosperar según la Biblia?


La palabra en el Antiguo Testamento para prosperar es la palabra hebrea ‘tsalach’. Se traduce como salir de una situación difícil; venir poderosamente; salir adelante; pasar por encima; algo bueno; ser adecuado, rentable; tener un viaje satisfactorio; que nos vaya bien; avanzar. La raíz primitiva se usa para ‘algo que es impulsado hacia adelante’. Algo que tiene prosperidad, es algo que es impulsado hacia adelante.

En el Nuevo Testamento, es la palabra ‘euodoó’. Se puede traducir como poder, que puedas, que tengas un próspero viaje. Se compone de ‘eu’, bien o bueno, y ‘hodós’, viaje o ruta. Emprender un viaje próspero; estar en el camino correcto y provechoso; aquel que conduce al verdadero éxito; buena fortuna.

 

¿Cómo prosperar de acuerdo con la Palabra de Dios?

Podemos contestar a esta pregunta con esta otra: ¿Por qué muchos de nosotros no prosperamos? Incluso siendo ya hijos de Dios, parece que es una meta inalcanzable. Aquí van cuatro respuestas:

  • 1º No prosperamos si hemos dejado de buscar a Dios

En primer lugar, nuestra prosperidad está relacionada con que busquemos a Dios en todo sentido: que le busquemos en la intimidad; que le busques en la Palabra; que le busques reuniéndote; que le busques con hambre, con anhelo, porque si de verdad le amamos, queremos estar con el Amado.

En 2 Crónicas 14:7, esto sucedió en días de Asa. Dijo, pues, a Judá: “Edifiquemos estas ciudades y cerquémoslas de murallas con torres, puertas y barras. La tierra es aún nuestra, porque hemos buscado al Señor nuestro Dios; le hemos buscado, y Él nos ha dado tranquilidad por todas partes. Edificaron, pues, y prosperaron”.

¿Por qué prosperaron? Porque buscaron al Señor. Dios le dio tranquilidad. Mucho de lo complejo de nuestra vida se resuelve con esta cuestión: ¿estoy buscándole con todo el corazón? Frecuentemente, cuando tenemos que hacer un análisis de lo que nos está pasando en el matrimonio, lo que nos está pasando como iglesia, como familia, en la empresa, a menudo todo lo complejo, lo que parece una madeja y no sabes cuál es la punta, se simplifica llegando a esta conclusión: hemos dejado de buscar al Señor.

2 Crónicas 26:5: “Y persistió en buscar a Dios en los días de Zacarías, quien tenía entendimiento por medio de la visión de Dios; y mientras buscó al Señor, Dios le prosperó”. Hubo un momento en que el rey Uzías dejó de buscar al Señor y la prosperidad se tornó en decadencia. En vez de ir hacia adelante, comenzaron a retroceder.

Que le busquemos, eso es lo primero que Dios nos dice en cuanto a la prosperidad. Se confirma con Josafat: 2 Crónicas 31:21. “Y toda obra que emprendió en el servicio de la casa de Dios, por ley y por mandamiento, buscando a su Dios, lo hizo con todo su corazón y prosperó”. Aquí hay un consejo de cómo hay que hacer las cosas. Búscale por ley y por mandamiento, conforme a la palabra, con todo tu corazón, sirviendo al Señor y a la casa del Señor. Dice que Josafat, cuando hizo las cosas así, buscando a su Dios, prosperó.

  • 2º No prosperamos si nos desconectamos de la voluntad de Dios

Atención a lo que dice de Jesucristo en Isaías 53:10: “Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada”.

¿Cómo podemos prosperar, según la Palabra? Nosotros no tenemos que estar preocupados de la prosperidad. Tenemos que estar preocupados de que Dios cumpla su propósito en nuestra vida, es decir, de que su voluntad prospere. Y, a menudo, el problema está ahí. ¿Has visto en los aeropuertos la cinta andadora? Pues, hay gente que equivocamos el camino, andando en contra de la voluntad de Dios como si usáramos la cinta andadora a la inversa. Estamos yendo en contra del fluir de Dios para nosotros, de la voluntad de Dios.

¡Cuánto nos cuesta avanzar! Pero si entras a la voluntad del Señor, estás entrando a un respaldo y a un fluir de la gracia de Dios y vas a ver cómo se te facilita el andar. Vas a tener que hacer tu parte, pero se te facilita el avance. Es prosperado tu viaje, porque está prosperando la voluntad de Dios y tú eres parte de la voluntad de Dios.

Entonces, no solo es entrar a una intimidad con Él, es también salir a servirle y llevar a cabo su voluntad. ¿Cómo podemos prosperar, de acuerdo con la Palabra de Dios? Y ahora quiero ir a un consejo muy práctico.

  • 3º No prosperamos si violamos los principios de prosperidad

Proverbios 13:4. El alma del perezoso desea y nada alcanza, mas el alma de los diligentes será prosperada.

Para que nos vaya bien hemos de ser diligentes en todos los aspectos: diligentes con la salud, para tener buena salud; diligente trabajando, para avanzar en lo económico y laboral; si eres un holgazán o no te quieren en ningún trabajo, por orgulloso y sabelotodo, estarás sujeto a trabajo forzado. Proverbios 12:24: La mano de los diligentes gobernará, pero la indolencia será sujeta a trabajo forzado.

Según este consejo, los diligentes y los esforzados al final van a liderar. Probablemente los van a buscar y ascenderán. La bendición de Dios no solamente es efectiva en el aspecto de que Él haga milagros; necesito la bendición de que Él cambie mi carácter. La bendición de Dios para liberarme de cadenas de pereza, de mentira, de estafa, de ser una persona que no es confiable... Así, todo lo que hago será con mi mejor fuerza y excelencia. ¿Y qué sucederá? Que la mano de los diligentes gobernará, pero los indolentes o negligentes van a estar en trabajo forzado. Quizás dices: “Yo no veo la prosperidad del Señor”. Pero te tienes que atrever, debes prepararte y esforzarte; también pedirle al Señor: “Dame ideas creativas, ayúdame, todavía estoy a tiempo”.

Tres verbos para la prosperidad: mientras que la prosperidad es impulso e ir hacia adelante, por el contrario  con pereza, dejadez y descuido no avanzamos. ¿Qué es lo opuesto? Tres verbos para prosperar: trabajar, persistir y cuidar.

Por niños guapos a nadie nos va a ir bien. No vamos a prosperar porque seamos el ombligo del mundo y los cristianos del momento, sino que tiene mucho que ver con persistir, con seguir, con luchar. Trabaja, persiste y cuida lo que alcanzas también, porque nos cuesta muchísimo conquistar ciertas cosas, pero si las descuidamos todo se pierde.

La Biblia dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). Te has esforzado como esposo, como padre, has sido excelente en tus negocios, pero en un punto del camino has descuidado tu corazón y has empezado a dar cabida a una idea: que no te casaste bien o que tu mujer no está a la altura o que hay otra mujer con la que podrías ser feliz... Acabas descuidando tu corazón y cayendo en lo que proverbios tanto advierte, el adulterio, y todo lo que has logrado, todo lo que has avanzado, se va a la ruina, porque descuidaste el corazón. Concluimos que no solo es llegar, también es cuidar. No solamente es conquistar, es saber administrar.

  • 4º No prosperamos si buscamos nuestra propia prosperidad

 Si buscamos la prosperidad de la voluntad de Dios y la prosperidad de otros hombres, entonces nuestra propia prosperidad nos alcanzará. ¿Cuál es la voluntad de Dios para mí? Yo quiero que prospere en mi mano. Pero también debo vivir con esta mentalidad, la del apóstol Juan: desear que otros sean prosperados y ayudarles a lograrlo. Ayudarles a que vayan hacia adelante e impulsarles.

¿Para qué prosperar? Para el propósito de Dios y para bendecir a más. Es sencillo, debemos buscar lo que es más que la plata y el oro, el valor de un alma. ¿Qué es “yo deseo que tú seas prosperado”? Que tengas a Cristo. Que creas el Evangelio que prospera.

Entonces, amado lector, quiero lanzarte este desafío: que busques más que la prosperidad, más que la plata y el oro, que busques ganar esta próxima semana alguien para Cristo; que le ayudes a alguien a salir de donde está y a poder tener el Evangelio en su propia vida.

Que nuestro corazón sea a 3 de Juan 2 para todos los hombres. Deseo que te vaya bien, deseo que seas prosperado y deseo que tengas buena salud. Oro a Dios para que en todas las cosas seas prosperado. Y eso se logra con el Evangelio. El Evangelio prospera. El Evangelio transforma. El Evangelio es poder de Dios. Y no te preocupes, si le sirves al Señor, Él cuida de sus siervos, Él cuida de sus obreros y de sus obreras.

 

Otro enfoque de la prosperidad


Yo no busco prosperidad, la prosperidad me busca a mí. Yo sigo al pastor (Salmo 23) y el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida. Yo no busco la bendición, yo busco al Dios que me bendice. Y a veces su bendición es muy extraña. Recuerda lo que dice Isaías 53:10: “Quiso el Señor quebrantarle sometiéndole a padecimiento”. El Padre amaba a Cristo, su hijo, más que a nada en el mundo. Pero para que el Hijo cumpliera la voluntad de Dios y que prosperara en su mano, quiso el Señor quebrantarle, sometiéndole a padecimiento. El Padre dijo: “Hijo, esto me duele a ti, a mí tanto como a ti. Verte en esa cruz, esto es horrible para mí. Yo no quiero verte sufrir. Pero si no sufres tú y si no sufro yo, no se salvarán ellos. ¡Por amor a ellos, vamos a hacerlo! ¿Estás de acuerdo, hijo? Y el Hijo dijo: “Padre, prepáreme cuerpo. Padre, heme aquí. Yo abrazo tu voluntad”.

Ahora bien, si Dios entregó al Hijo, ¿por qué no me va a entregar a mí? Por ejemplo, cuando yo hablaba con mis padres de que nos íbamos de misioneros a Bolivia, mis padres decían: “Pero ¿cómo va a querer Dios eso para vosotros? ¿Que nos separemos, que mis nietos estén lejos, que empecéis de cero, que sufráis?”. Y les recordé: “Gracias a Dios que hubo misioneros que vinieron a España, que dejaron Inglaterra, Suiza, Alemania, Estados Unidos. Gracias a Dios por esos misioneros que se sembraron en esta tierra. Y hoy nosotros somos una iglesia que manda misioneros a otras partes del mundo”. Eso es una locura para cualquiera, que dejes tu trabajo, que dejes tu comodidad o que dejes a tu familia para hacer la voluntad de Dios. Sin embargo, eso es lo más próspero del mundo, porque no eres esclavo de nada, sino que eres un siervo de Jesucristo. Te aseguro que la voluntad de Dios prosperará y tú también.

¿Cómo va a querer el Señor que la Iglesia sufra persecución? Si no quisiera que sufriese la Iglesia de persecución, nos sacaría ya de la tierra. ¿Por qué todavía nos tiene aquí? Porque aún, con toda la persecución y estando en la boca del lobo, en un lugar infernal, Dios tiene un pueblo que salvar. Hay persecución, pero el Señor tiene mártires y tiene cristianos valientes que están compartiendo su fe con otras personas, y esas vidas están dejando la religiosidad para abrazar el Evangelio. Esa es nuestra felicidad, estar en la voluntad de Dios. Aunque eso implique sufrimiento, pues la gloria y la recompensa será mucho mayor.

Hoy, Nuestro Señor está en el cielo y no hay nadie más grande y no hay un nombre más alto que Cristo Jesús. Él ha vencido. Ese es mi modelo de hombre próspero: Jesucristo. ¿Por qué sé que él es próspero? Porque él vivía en paz, porque él tenía buena salud, porque él tenía amigos. Al final, él ganó su familia para el cielo. Él no tenía nada, pero alimentaba a todos. Él no tenía pompa religiosa, pero echaba los demonios y sanaba a los enfermos. Yo quiero ser próspero como Jesús. Y Él nos envía con su bendición. Si Él nos prospera, es para que podamos ayudar a otros a ir hacia adelante y también ser prosperados. Somos un canal de su gracia y de su amor.

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