¿Diezmo sí o diezmo no?
¿Es el diezmo una práctica del Nuevo Pacto?
No usaré el texto tan famoso de Malaquías 3:8-10. ¿Por qué no? Porque encuentro allí palabras de maldición y son términos más propios del Antiguo Pacto que del Nuevo.
La palabra ‘diezmo’ aparece 40 veces en la Biblia. En 31 ocasiones en el Antiguo Testamento y 9 en el Nuevo.
Robert Charles Sproul1 (1939-2017) nos dice sobre el diezmo que “en la Didache, escrita a finales del siglo primero o principios del segundo, hay una cantidad significativa de material sobre la cuestión de apoyar la obra del reino. El principio del diezmo se comunica claramente en este trabajo, mostrándonos que la comunidad cristiana primitiva continuó la práctica del diezmo”.
¿Es el diezmo del Nuevo Pacto? ¿Sí o no? Mi respuesta es: lo que tú quieras. No ha quedado expresamente ordenado en la letra, pero yo lo encuentro en el espíritu de la Palabra. Es decir, se te tiene que revelar.
Para mí fue tan natural: “Sin dejar de hacer lo otro”. Luego lo leí en Hebreos 7 y ya...
Lucas 11:42: “Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello”.
Recuerdo que era apenas un recién convertido cuando lo leí en Hebreos 7 y me dije: si Abraham, padre de la fe, diezmó en Melquisedec y Jesús es sacerdote de ese orden, yo también debo hacerlo.
“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo... Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive” (Hebreos 7:1-2, 8).
¿Me obligan a dar el diezmo? No. Lo hago porque quiero. Y no hay dos clases de personas en la iglesia: los diezmadores y los que no diezman. En nuestra congregación somos tratados iguales en todo. Solo que a unos se nos ha revelado y lo hacemos, y otros quizás no han llegado a esa fe y entendimiento. Además, yo como pastor no sé quién diezma y quién no. No pastoreo a la gente por sus buenos o malos diezmos. Eso es simonía. Trato a todos por igual y me cuido mucho de no hacer acepción de personas. Ni favoritismo al rico ni al pobre, o a la clase media. Todos somos hijos amados de Dios.
Ahora bien, es conveniente recordar que Jesús fue un buen diezmador, porque cumplió toda la ley. Sin embargo, no habló casi nada del diezmo. ¿Por qué? Porque él es el esposo y nosotros la esposa. Él se dio en totalidad y espera esa entrega también de nosotros. Así comenzó la Iglesia en un principio, entregándose plenamente (Hechos 2:44-45).
Entremos en materia... El diezmo te prueba (número 10). Manifiesta tu corazón. Así como también prueba la fidelidad de Dios.
¿Por qué no es más claro el Nuevo Testamento en cuanto a esta práctica? Porque es como si yo tuviese que dejar por escrito que mis hijos me hagan un regalo en mi cumpleaños o que me cuiden cuando sea viejito. Si me preguntan: ¿Te tenemos que regalar? No, contestaré. ¿Te tenemos que atender y visitar? No... Ya nos arreglamos vuestra madre y yo. ¡Es algo que jamás les impondría! Porque espero que nazca de ellos. Prueba su amor y su honra. Igual es con el diezmo.
Una vez le pregunté a Dios: “¿Qué del diezmo, Señor? ¿Por qué no lo has dejado ordenado expresamente en el Nuevo Testamento?”. La respuesta fue: “Los que no quieren darlo, encuentran justificación para no darlo. Pero los que quieren honrarme en todo sentido encuentran la revelación para darlo”.
Cuando tu corazón es recto para con Dios accedes a esa revelación. La llave de los diezmos es el corazón del adorador. Si no tienes revelación no lo hagas, porque todo debe ser hecho por fe, por amor, para el Señor y con entendimiento. Hacerlo sin entendimiento es como cantar sin adorar. No es malo, pero tampoco trasciende.
ADEMÁS DE NUESTRAS LUCHAS INTERNAS, EN LO DEL DIEZMO, ENCUENTRO AL MENOS TRES ABUSOS QUE LO DIFICULTAN.
ABUSO Nº 1: NO TE PUEDEN OBLIGAR
En la ley era un mandato, pero en la gracia es una decisión del adorador. Dios mismo no obliga. Una cosa que he descubierto es que aquellos que solo dependen del Espíritu Santo y de la Palabra acaban diezmando. El Espíritu nos guía a hacerlo (Proverbios 3:9-10). En cambio, los que no quieren diezmar siempre necesitan encontrar artículos en la web, libros, vídeos, predicadores… para que les den la razón.
Al final de todo, diezman los que quieren; y los que no quieren, no diezman.
Si quieres agradar al Señor, se te revelará. Y si es un área que no quieres entregar al Señor, encontrarás motivos para no hacerlo.
ABUSO Nº 2: APELAR A SER FIELES EN LOS DIEZMOS POR TEMOR, EN LUGAR DE POR AMOR
He escuchado, incluso, esta lógica: “No diezmas, luego eres un ladrón; y los ladrones no entrarán al Cielo”. De manera que, según este error, ¡en el diezmo te juegas la salvación! Nada más lejos de la realidad de la obra perfecta de Cristo en la cruz. La salvación es un don de gracia, que recibimos por fe en Él.
No obstante, Dios es muy respetuoso. Si tú le dices al Espíritu Santo “hasta aquí”, entonces te quedarás con el agua por la cintura y ya no te adentrarás en la dimensión de “cuando el río te lleva” (Ezequiel 47). Estás en el río; pero te estás perdiendo una gran bendición. ¿Estás en Cristo y no diezmas? Sin duda, estás en el reino, pero te estás perdiendo una gran bendición.
Si alguien me pregunta: “En estos 30 años, ¿cómo te ha funcionado a ti el tema de los diezmos, Juan Carlos?”. Nunca, ni una sola vez, he pensado: si pudiera usar el 100% no tendría apuros. Por el contrario, hemos dicho Vanessa y yo, quisiéramos dar más a la obra; nos encantaría dar el 90% a lo de Dios y vivir con el 10%. Por ejemplo, sueño con tener tanta abundancia de economía que pueda dar más para mi iglesia local; luego daría para la radio y televisión; también para sostener misioneros; una buena ofrenda a la AEE y a ministerios de España que sé que lo necesitan; luego hacer el bien a los pobres (abrir pozos de agua, invertir en jóvenes estudiantes, imprimir Biblias para regalar) y en fin… Muchos más sueños.
¿QUÉ ES EL DIEZMO?
Dar las décimas es la forma bíblica de entregarle al Señor mi totalidad. Pero, Juan Carlos, me dirás, ¿por qué esa forma de primicia y no otra? Esto es necesario, sin dejar de hacer aquello (Mateo 23:23). Da primicias de la forma que quieras, sin dejar de honrar y practicar el diseño de Dios, pues Él lo ha revelado así. El 10 representa perfección y plenitud, y es número de prueba también. Es algo divino y precioso.
Cuando te casas no dices: “Te voy a dar el 10%, amado mío, o, esposa mía”. Eso se parece más a un arreglo de divorcio que a un matrimonio. Es una relación de totalidad. Solo que Jesús nos promete su totalidad con las arras del Espíritu y nosotros le damos nuestra totalidad a través de nuestros diezmos. Los diezmos no solo representan nuestro dinero y trabajo: son tiempo, son vida. En ese espíritu debemos hacerlo.
El diezmo manda un mensaje en el mundo espiritual: Jesucristo es el Señor de mi trabajo, tiempo y recursos.
El diezmo pone mis finanzas bajo el sacerdocio de Melquisedec y a su servicio (Hebreos 6:20 y 7:1-10). Para Jacob fue la promesa de que si Jehová acababa siendo su Dios Él le adoraría. Y fue antes de la ley (Génesis 28:21-22). Para Abraham el dar el diezmo a Melquisedec fue honrarle. También antes de la ley de Moisés (Génesis 14:17-20). ¿Quieres honrar a Jesús? ¿Es tu Dios? ¿Quieres adorarle con tus finanzas? Ya sabes cómo hacerlo.
“Ya, Juan Carlos”, puedes pensar. “Pero eso es el Viejo Pacto”. El Nuevo Testamento nos remite a ese momento de Abraham y nos revela que en el Nuevo Pacto hay un cambio de ley, de sacerdocio y de pacto (Hebreos 7: 12, 18-19 y 22). Luego, ahora estamos en el sacerdocio de Melquisedec y en la ley del Espíritu. ¿El diezmo tendrá algún lugar ahora? Mi respuesta es: ¡deja que el Espíritu te guíe! A mí me ha guiado a honrar a mi Melquisedec como lo hizo Jacob o Abraham.
Pero no lo practiques en el espíritu de aquel hombre que ganaba poco y diezmó para ver si prosperaba, y más tarde, cuando prosperó mucho, se quejaba porque tenía que diezmar más cantidad. Eso no honra a Dios.
El diezmo abre la puerta a lo sobrenatural y activa la economía de Dios. ¿Por qué?
Porque consagro mis finanzas al reino. Las introduzco al reino; las conecto con el Cielo. “Venga tu reino y hágase tu voluntad como en el cielo también en la tierra”, nos enseñó a orar Jesús.
“Ajá”, dirás, “pero en el Cielo no se diezma”. ¡No! En el cielo se da el todo y todo se rinde a sus pies (Apocalipsis 5:11-13). La forma de dar mi todo es con mis décimas. Y ¿cómo la pongo a sus pies? Al traerlos a tu iglesia local los estamos llevando a los pies del Señor (Hechos 5).
El Padrenuestro continúa con “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy y líbranos del mal”. En el reino hay provisión de pan y protección. Juan Carlos, ¿si no diezmo no voy a tener provisión y protección? ¡Claro que sí! Dios es Padre. Pero qué triste que me tenga que cumplir esa parte de la oración, mientras yo no sé vivir en la primera, de entregarme como en el Cielo. A Israel les proveyó durante 40 años pan y protección, pero estuvo airado con ellos… Eso nos lleva al siguiente punto.
EL DIEZMO ME PERMITE ADORAR EN EL NIVEL ‘HIJO’
El Padre le dice al hijo: “todo lo mío es tuyo”. El hijo inmaduro le responde al Padre: “dame mi parte de la herencia”. El hijo inseguro, por su parte, le dice al Padre: “¿por qué nunca me has dado para regocijarme con mis amigos?”. Pero el hijo maduro, que está seguro de su posición y riqueza como hijo, y a la vez es un hijo entregado, contesta a su Padre: “Padre, todo lo mío es tuyo también”.
Entonces el Padre nos dice:
-Muy bien, pues si esto es así, solo es necesario tu diezmo.
-¿Cómo que es necesario mi diezmo? -puedo protestar.
-Sí, Hijo. Con tu diezmo, que es tu entrega y adoración, haré mi obra en la Tierra.
Piensa un momento en esto: ¿Con qué hizo la obra el Padre a través del Hijo? Jesús dice: “Padre, te entrego todo”. El Padre contestó: “todo lo que voy a hacer a través tuyo lo haré con el diezmo de tu vida”. Y de los 33 años de vida de Jesús solo tomó para el ministerio activo 3 años y medio, es decir, el diezmo de su vida.
Las congregaciones que son diezmadoras tendrán suficiente fuerza económica como para hacer la obra del Señor. En cambio, las iglesias que no diezman siempre tendrán problemas en su economía para ejecutar lo que Dios quiere hacer a través de ellas en la tierra.
R.C. Sproul sentenció: “Cuando no diezmamos reducimos el ministerio de Cristo. Una de las mayores barreras para expandir el reino de Cristo en este mundo es la financiera. Un principio fundamental está en juego aquí. Si tenemos $100 para trabajar en el ministerio, estamos limitados por esa cantidad de dólares”.
¿Vamos a alcanzar los pueblos aún no evangelizados? ¿Tenemos recursos para hacerlo? Claro que sí. Solo que debemos darnos como Jesús lo hizo, como esos hijos maduros y entregados.
“¡Toma todo!”, le podemos gritar. El Padre nos responde: “Dame tu diezmo y lo voy a multiplicar para hacer mi obra”.
ABUSO Nº 3: EL DIEZMO NO ES PARA LOS PASTORES
El diezmo es para la casa, para su obra, para el Evangelio, para la extensión del reino y para los pobres y necesitados. Eso puede incluir el sustento de obreros o no.
¿Sabes algo maravilloso? Cuando diezmas estás conectando tu prosperidad a la prosperidad de la casa del Señor, no del pastor o de las familias de líderes, a la prosperidad de la casa de Dios.
Dicho de otro modo: El Señor provee a su casa proveyendo a la tuya. Cuando eres diezmador, al proveerte a ti está proveyendo a su obra. Dios está comprometido con sustentar a sus hijos, porque es un Buen Padre. Pero está apasionado con su misión en la Tierra, que es salvar a más hombres y extender su reino. Si eres diezmador estás conectándote con la misión de Dios y el Señor tiene un compromiso, ya no solo contigo como hijo, también como obrero.
¿Cuál es la diferencia? Que además de pan para tu sustento te proveerá semilla para su propósito. Se activa la promesa de 2 Corintios 9:10-11.
“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios”.
También está otra: 2 Corintios 9:8:
Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.
Y te aseguro que en días de sequía no te va a faltar. Recuerda a la viuda de Sarepta. Por dar de su pan a Elías, sin ser ella de Israel, entró al propósito. No era pan por ser hija, era pan por ser obrera y por proveer semilla para el propósito. Y, todo lo contrario, en Hageo el Señor les dice: vuestras casas no van bien, porque habéis descuidado mi casa.
¿Ves? Si cuidas de la Casa de Dios tendrás una bendición mayor, extra. Ya no solo la misericordia del pacto, porque somos hijos. Entramos a la bendición de la misión y del propósito de Dios en la tierra.
Ahora, voy a terminar afirmando esto: ¿El diezmo es mandato en el Nuevo Pacto? Creo que no. Pero yo decido, voluntariamente, incluir el diezmo en mi pacto de amor con la casa de Dios: por revelación, por amor, por gratitud, por entrega y por honra.
Así lo expresó Nehemías el día en el que hicieron un pacto de fidelidad: ¡No abandonaremos la casa de nuestro Dios! (Nehemías 9:38 y 10:35-39).
No sé lo que vosotros haréis, pero yo y mi casa serviremos a Jesús. Y hacemos el propósito de que no abandonaremos la casa del Señor.
¿Pero entonces? ¿Debemos o no debemos diezmar?
Haz lo que quieras. Es una decisión que debes tomar ante Dios. Mi deber como pastor es enseñar a las vidas que me han sido confiadas y, una vez cumplida mi obligación, cada discípulo podrá resolver esta cuestión según le dicte su conciencia.
Para terminar, me dirijo a ti específicamente; a ti que te es tropiezo que los cristianos demos diezmos. A ti que piensas que la Iglesia Evangélica es una secta, que lo único que busca realmente es tu dinero. Te comprendo. Yo también pensé así antes de conocer a Jesús y le dije a mis padres cuando empezaron a ir a una iglesia: “¡Dejad de llevar con vosotros a mis hermanos!”. Te encarezco de corazón, tú ve a Cristo (sin diezmos ni iglesia evangélica). Él es tu Salvador. Él te amó y dio su vida por ti. No te pide que hagas nada, solo que te arrepientas y creas en Él. Él ya lo hizo todo, y su salvación es un regalo.
Arrepiéntete y cree en Él. Entrégale tu vida. Hazlo hoy. Comienza a leer los Evangelios y a hablar con Él en oración. Busca música cristiana y cántale alabanzas. Prueba a vivir tu fe con Jesús. Tú y Él. Pero verás que, si eres sincero, si ese arrepentimiento y esa fe es de corazón, más pronto que tarde, Jesús te guiará hacia tus hermanos, que son también sus hermanos, a su familia, a la comunidad donde Él habita. Y si te enamoras de Jesús, querrás estar donde Él está.
Cuando llegue ese día y pienses en congregarte, no nos juzgues porque le damos nuestros diezmos a Dios. Nadie nos obliga a hacerlo. Es una decisión por amor a Él y a su casa. Quizás, en ese tiempo nos comprendas un poco mejor y coincidas con nosotros en esta afirmación: Jesucristo es digno, no del diez por ciento, sino de la totalidad de nuestro ser.
Vuelve a leer este artículo para aquel entonces. Ya estarás en disposición de amar a Dios, tu Proveedor, porque conocerás a un Padre que no quiere lo tuyo; te quiere a ti; y que te cuida y es el Dador de todo lo bueno que tienes.
¿Quieres darle una oportunidad a Jesús hoy mismo? Su Santo Espíritu desea venir con poder a tu vida y llenarte con su amor, gozo y paz.
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