Os comparto por escrito el TALLER DE REPARACIÓN DE CORAZONES, con el deseo de que estos apuntes sean de utilidad para reforzar tu sanidad y para ayudar a otros a ser libres también. Además, le di la promesa a los asistentes de los dos talleres (impartidos este verano en el campamento Activados Libres 2019), de que les pasaría las notas. Y uno tiene que cumplir su palabra...
Al final del texto están los dos audios del taller 1 y 2.
Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón,
y salva a los abatidos de espíritu. Salmo 34:18.
¿Por qué hay mucha gente que lleva años en la iglesia y no sana? Es una buena pregunta…
Esta es la respuesta que me dio el Señor, usando la comparación de una operación en quirófano.
Cuando vas a una operación:
1. Te pones en manos de un cirujano especialista. No opera cualquier médico.
2. No te operan sin anestesia.
3. Tampoco usan cualquier instrumento.
4. Y no lo harán en un lugar común. Usarán un quirófano aséptico, previamente preparado para eso mismo.
De la misma forma, cuando necesitamos reparación en el corazón:
1. El Espíritu Santo es el médico experto que nos sana (Salmo 34:18 y Salmo 147:2-6*).
2. Unge a vasos humanos que colaboren con él en esa sanidad (Isaías 61:1-3**).
3. Su Presencia será el quirófano, protegido de cualquier contaminación o impureza (momentos de oración, tiempos en la iglesia, etc.).
4. Su amor se convierte en el bálsamo o medicina que repara los daños de nuestra alma.
5. La unción del Espíritu equivale a la anestesia, que hace fácil la operación.
6. La palabra de Dios es el bisturí con el que intervenirnos.
7. Y la iglesia local es, al mismo tiempo, el hospital en el que sanar y la familia con la que nos vamos a recuperar, bien cuidados y amados.
sana a los quebrantados de corazón,
y venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
y a todas ellas les pone nombre.
Grande es nuestro Señor, y muy poderoso;
su entendimiento es infinito.
El SEÑOR sostiene al afligido
y humilla a los impíos hasta la tierra. Salmo 147:2-6.
** El Espíritu del Señor DIOS está sobre mí,
porque me ha ungido el SEÑOR
para traer buenas nuevas a los afligidos;
me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón,
para proclamar libertad a los cautivos
y liberación a los prisioneros;
para proclamar el año favorable del SEÑOR,
y el día de venganza de nuestro Dios;
para consolar a todos los que lloran,
para conceder que a los que lloran en Sion
se les dé diadema en vez de ceniza,
aceite de alegría en vez de luto,
manto de alabanza en vez de espíritu abatido;
para que sean llamados robles de justicia,
plantío del SEÑOR, para que El sea glorificado. Isaías 61:1-3.
Pero el problema consiste en que muchos de nosotros no nos atrevemos a confiarnos al buen hacer del cirujano del corazón. Nos resistimos a abandonarnos a su cuidado. Se lo ponemos difícil a sus ungidos, que nos quieren ayudar en esa sanidad. No acabamos de dormir bajo la unción del Espíritu Santo, para que Él haga su obra libremente.
Vanessa y yo hemos pasado muchas veces por el quirófano de Dios. Mi esposa tenía sus traumas o heridas que le impedían cumplir el propósito divino. Yo también llegué sin identidad y golpeado. Pero nos hemos dejado tratar, confiando en el poder de Dios y en el amor del Espíritu, quien no quiere que estemos toda la vida arrastrando estas heridas.
El tema de la reparación del corazón es muy amplio. Cuestión de toda una vida. Pero nos vamos a centrar en 4 aspectos de la reparación del corazón:
- Confusión y engaños de identidad.
- Mala paternidad.
- Falta de perdón.
- Huecos en el alma o vacíos en el carácter.
¡Aquí está la buena noticia, como un adelanto de lo que veremos!
- La identidad de Dios sana la confusión de identidad.
- La paternidad del Señor sana los daños ocasionados por una mala paternidad.
- Y el perdón es la llave para la sanidad y libertad. ¡Y está en nuestra mano!
1. Empecemos por HUECOS EN EL ALMA O VACÍOS EN EL CARÁCTER.
A menudo avanzamos en la construcción de nuestra persona, pero tenemos huecos en el alma o vacíos en el carácter. Como páginas en blanco que no han sido correctamente escritas. Temas no resueltos. Lagunas en los cimientos de nuestro edificio, que antes o después se convierten en nuestra debilidad. Es decir, con el paso del tiempo se abre una grieta peligrosa en la construcción de nuestra persona.
Conozco cristianos con años en el Señor, e incluso en lugares de autoridad, que tienen fracturas en su vasija. Nunca encuentran saciedad, plenitud, que el Señor pueda usarles en forma madura, porque son un vaso que tiene grietas, que pierde el agua.
El caso reciente de Joshua Harris
Harris sirvió como pastor principal en Covenant Life Church desde 2004 hasta su renuncia en 2015. Esta iglesia es fundadora de Sovereign Grace Ministries en Gaithersburg, Maryland. En 2015, Joshua Harris anuncio su renuncia con el fin de seguir estudios de posgrado en Regent College, en Columbia Británica.
Joshua fue uno de los promotores del «Pacto CVP», (Castidad, Virginidad y Pureza). Se trata de un compromiso con Dios que se puede hacer siendo un creyente soltero; es la decisión de esperar en Él a la persona con la que te vas a comprometer con el objetivo de casarte y formar un matrimonio, una familia. Eso implica no tener noviazgos sin propósito, entre otras cosas…
Casi tres años después de disculparse con los cristianos y llamar a su libro más vendido de 1997 (I Kissed Dating Goodbye) un "gran error", el autor y pastor Joshua Harris reveló que él y su esposa se están divorciando: "Estamos escribiendo para compartir la noticia de que nos estamos separando y continuaremos nuestra vida juntos como amigos". Luego, en una publicación de Instagram, Harris anunció que ya no se consideraba un cristiano, refiriéndose al término bíblico "caerse" para describir su estado espiritual. "Por todas las medidas que tengo para definir a un cristiano, no soy cristiano", escribió Harris en la publicación de Instagram.
También expresó su pesar por su oposición pasada a la homosexualidad y al matrimonio entre personas del mismo sexo, explicando que estaba "apenado por las opiniones que enseñé en mis libros, y como pastor, con respecto a la sexualidad".
No es un caso aislado, sino que se suma al de otros hombres y mujeres de Dios reconocidos que han abandonado la fe o han caído en inmoralidad, quedando descalificados para el ministerio. En la mayoría de las ocasiones el problema parte de un problema espiritual o de carácter no resuelto, que se ha ido arrastrando hasta un determinado punto de la vida, cuando ya la caída es inevitable y el daño ocasionado difícil de cuantificar.
No podemos dejar huecos en nuestra formación. Problemas espirituales que no nos atrevemos a enfrentar. Vacíos en el carácter. Pequeñas grietas en forma de ataduras o heridas, que después nos llevan a un naufragio espiritual. Es mejor ser honestos con Dios y con nosotros mismos (también con nuestros pastores o mentores espirituales) y enfrentar esas áreas incómodas. Dejar que el Señor sane, forme, reescriba o llene nuestros huecos pendientes hará de nosotros hombres y mujeres de Dios sólidos y fiables.
Todo lo que no resuelvas hoy puede
convertirse en tu caída mañana.
Quizás tú lo dejas de lado porque es algo doloroso. Pero es preferible ser valiente y enfrentarlo.
¿Por qué ha de quejarse el ser viviente? ¡Sea valiente frente a sus pecados! Lamentaciones 3:39.
Aquí os paso una lista de áreas que se pueden convertir en un hueco en el alma o vacío en el carácter:
- PROBLEMAS DE CARÁCTER: cambios constantes; falta de dominio propio; celos; inseguridad; vergüenza excesiva; temores paralizantes; búsqueda constante de aprobación; inclinación a manipular o a llamar la atención.
- PROBLEMAS DE FE: ¿Qué creo? ¿Por qué lo creo? ¿Mi cristianismo es profundo o de emoción?
- PROBLEMAS DE PECADO: tendencias homosexuales; adicciones a pornografía o masturbación; espíritu de seducción; promiscuidad; necesidad de gustar; encontrar placer en provocar; etc.
- TENDENCIAS A LA DEPRESIÓN: pensamientos de suicidio; pesimismo crónico; aislamiento enfermizo; espíritu de soledad; melancolía recurrente; etc.
Son solo algunos ejemplos de áreas que deben ser tratadas en el taller del Señor. Que Él nos repare y verdaderamente lo podamos vencer y superar. Y sobre la base de esas victorias seguimos edificando nuestra vida y carácter.
¿Qué puedo hacer si estoy en uno varios puntos de esa lista? Es necesario que busques ayuda con tus pastores. Hay personas ungidas por el Señor para poder ministrarte libertad y sanidad. No tienes por qué cargar esa maldición años y años. Ese es el problema al que me refería en un comienzo: que no quiero dejarme en las manos del Señor y de sus siervos y siervas para ser tratado a fondo. Entonces puedo tener una estrepitosa caída más adelante, como la de Joshua Harris, simplemente porque avancé y avancé sin revisar que todo esté bien sanado.
2. LA IDENTIDAD DE DIOS SANA DE LA CONFUSIÓN Y ENGAÑO DE IDENTIDAD:
El engaño de la serpiente en Génesis 3 tuvo mucho que ver con este asunto de la identidad. Observemos la oferta:
- Seréis como Dios.
- Serán abiertos vuestros ojos.
- Conoceréis el bien y el mal.
¡Pero ellos ya tenían todo eso! Eran a la imagen y semejanza de Dios. Tenían ojos abiertos. Y podían conocer el bien y el mal, porque al tener los ojos abiertos al bien, toda clase de mal sería evidente y podrían combatirlo.
De esta forma vemos que, el no tener clara su identidad y todo lo que ya poseían en Dios facilitó que Satanás, su adversario, les metiera dudas, y que cayeran en el engaño del pecado. La tragedia se produjo tal que así: de ser libres pasaron a ser esclavos; de ser santos a ser pecadores; de ser eternos a seres mortales; y de ser amigos de Dios a convertirse en enemigos de Dios.
No conocer y amar su identidad como hijos de Dios
les empujó a una degradación en su identidad.
De igual modo, hoy en día podemos ser degradados en nuestra identidad como hombres y mujeres, simplemente porque no hemos entendido bien lo que nuestro Creador dice que somos y lo que tenemos derecho a reclamar en Él.
Me atrevo a afirmar que lo que más está siendo atacado en el tiempo moderno es la identidad: transgénero; transespecie; transedad; homosexualidad; bisexualidad; poligamia; pedofilia; etc. Es una locura en lo que nos convertimos por no abrazar nuestra esencia eterna como criaturas e hijos de Dios. El hombre se degrada a una condición de esclavo del pecado y esclavo de Satanás. Y en sus zarpas ponzoñosas acaba siendo peor que un animal en su perversidad y estilo de vida.
Yo también tuve muchos problemas de identidad. Vine al Señor con las preguntas de: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿A dónde voy? Pero en Cristo Jesús hallé mi identidad: fui sano de la inseguridad, de la baja estima, del rechazo; del deseo de agradar constantemente.
Ahora puedo decir confiadamente que soy de gran valor; soy un hijo de Dios; soy rey y sacerdote; soy redimido por la sangre de Cristo; soy siervo del Reino de Dios; soy santo por gracia; soy único; y ¡soy hombre!
Alguien puede preguntar: Juan Carlos, Vanessa ¿y qué hago si me gustan los hombres y no las mujeres? ¡Hay solución para esa inclinación! ¡Que no te engañe tu corazón, tu herida o tu iniquidad!
Me explico. Qué tal si me dices: “no lo puedo evitar, tengo 50 años, pero me gustan los niños de 10 o 12 años? No voy a luchar contra esto, porque ya estoy cansado de hacerlo”. Verdad que diríamos: ¡NO! Eso está mal. ¡Esa no es tu identidad! Eso es un engaño y una deformación de tu verdadera sexualidad y de lo que debe gustarte y atraerte. Exactamente igual ante el hecho de que te sientas atraído por los de tu mismo sexo o que quieras cambiar tu cuerpo para parecerte al otro sexo. Eso se puede sanar. Se puede luchar contra ese engaño de identidad. Dios es un especialista en restaurar a los pecadores para que recuperen toda su esencia y todo el valor de lo que en Cristo han sido llamados a ser.
Por otra parte, mi identidad no puede estar basada en las etiquetas del mundo: posición, dinero, logros, estudios, aspecto físico, etc. O por el aspecto físico. El ‘Dios imagen’ está esclavizando a las generaciones del tiempo actual. Es una potestad moderna que introduce la tiranía de juzgarnos unos a otros por la apariencia y sobredimensionar la estética por encima de la ética.
Pero ¿Quién soy yo? Soy más que este traje momentáneo. Este cuerpo lo cuido y lo mantengo limpio y hermoso, como templo visible del Dios invisible. Sin embargo, Dios no ve como ve el hombre, porque el hombre ve lo de afuera, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7. Eso es lo importante de verdad.
Tampoco soy un exalcohólico, un abusado, una maltratada, un divorciado, una huérfana… Lo que me haya pasado no define quién soy yo. Mi Creador define lo que yo soy. Soy un hijo de Dios que he sobrevivido a un maltrato, o a un divorcio, o a un problema de adicción. Y con el poder de Dios lo he superado. Mi valor no lo determina esa historia, sino la historia de la Cruz. Quién murió allí por mí y el amor que se manifestó hacia mí cifran ahora el valor que tengo y la identidad en Cristo: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17. Me gusta cómo lo dice en la NTV: Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!
Cuando vuelvo a Cristo recupero la identidad que Adán y Eva perdieron. Hay una reconstrucción del hombre original: de ser esclavos a ser libres; de ser pecadores a ser santos; de ser mortales a seres eternos; y de ser enemigos de Dios a convertirnos en amigos de Dios.
3. LA PATERNIDAD DE DIOS SANA DE UNA MALA PATERNIDAD:
***La observación del comportamiento infantil dio pie al psiquiatra y psicoanalista John Bowlby (1907-1990) para definir la teoría del apego, entendido este como el vínculo afectivo que desarrolla el niño con sus padres o cuidadores en la primera infancia, y que va a determinar su desarrollo cerebral y emocional. Pero no fue hasta finales de los años ochenta cuando los psicólogos Cindy Hazan y Phillip Shaver concluyeron que las relaciones amorosas de cada uno reproducen las relaciones de apego que vivimos en la infancia.
Hay definidos cuatro tipos de apego:
1.- Los padres águila.
Son aquellos que cuidan al niño amorosamente, pero desarrollando su autonomía, de manera que ‘le enseñan a volar’.
La figura cuidadora se preocupa sinceramente por el bebé, entiende y atiende sus necesidades. Transmite al niño afecto, respeto y cuidado, facilitando su progresiva autonomía. Son niños que se sienten queridos y consiguen equilibrar la presencia física y el vínculo afectivo con el deseo de autonomía y aventura necesario para el aprendizaje.
De adultos se encuentran cómodos en las relaciones personales y disfrutan al compartir la intimidad. Se sienten queridos y saben alejarse de quienes les hacen daño. Reconocen sus emociones y son capaces de pedir consuelo y de expresar sus necesidades afectivas. El tipo de relaciones que entablan son duraderas, respetuosas y no idealizadas, y comprenden los altibajos naturales en una relación.
2.- Los padres sargento:
Aquí se produce un desbalance entre amor-disciplina, pesando más la disciplina, hasta el punto de ser cuidadores y educadores fríos.
La figura cuidadora se muestra hostil hacia las demandas afectivas del niño porque las considera excesivas, caprichosas o inapropiadas y rehúye o raciona el contacto físico con el bebé. Considera estas necesidades como una debilidad. Educan con disciplina, a base de privaciones y dosificación del cariño. Estos niños aprenden a reprimir sus necesidades afectivas y a renunciar a la intimidad para no provocar rechazo y mantener así el vínculo.
De mayores son adultos huidizos que sienten que sus emociones son engorrosas para los demás y ven la necesidad de afecto como una debilidad. Sus relaciones serán poco profundas. Suelen tener actitudes evasivas que les impiden compartir su intimidad con la pareja.
3.- Los padres bipolares:
Los padres son imprevisibles para el niño, a causa de dificultades que sufren ellos mismos.
No es que rechacen al bebé, sino que unas veces se muestran indiferentes y lo ignoran, y otras se muestran cariñosos, alegres y atentos a sus necesidades. Esta actitud impredecible genera mucha ansiedad en el niño, quien, privado de patrones comprensibles, no entiende por qué unas veces sus necesidades —incluso las básicas— son desatendidas y otras veces son los reyes de mamá y papá.
Estos bebés serán adultos inseguros en sus relaciones, con mucha ansiedad ante las separaciones y ante las emociones negativas. Se muestran aprensivos, celosos, suspicaces y bastante melodramáticos. Necesitan sentirse permanentemente vinculados a sus parejas, a veces de manera agobiante para ellas, y así ahuyentar la ansiedad que les provoca la separación. Estas parejas son muy dependientes del otro, interpretan cada gesto como una amenaza a la relación y oscilan entre la bronca, la sumisión y el arrepentimiento. Su felicidad o desánimo dependen de la atención que reciba del otro: mientras se muestre disponible y cariñoso, desaparece la ansiedad y reina la confianza y el equilibrio; pero esto nunca es suficiente: al primer gesto de independencia de la pareja se reactivará la espiral ansiosa y demandante.
4.- Los padres enfermos:
Es el tipo más patológico de apego.
La figura cuidadora es gravemente insensible o manifiesta actitudes violentas hacia el niño. El bebé no puede sobrevivir sin ella, pero es al mismo tiempo una amenaza: esta paradoja le provoca un colapso psíquico traumático. Son niños llenos de dolor, miedo, agresividad, sentimientos de ambivalencia, inseguridad… que recurren al bloqueo emocional para poder sobrellevar su realidad. A veces el daño puede ser activo (por un daño que ocasionan los padres) o pasivo (al no ofrecer protección y seguridad al pequeño ante las amenazas de su entorno).
De adultos sufren grandes dificultades para identificar sus emociones y padecen bloqueos y confusión de sentimientos. Para ellos las relaciones afectivas son amenazantes, de manera que las evitarán o se sucederán las rupturas. Son personas inestables, con dificultades para respetar los derechos y los límites del otro.
Todos deberíamos meditar en esta lógica: mucho de lo que hoy soy tiene que ver con cómo me criaron. Y me relaciono según esos esquemas que formaron parte de mi apego en la infancia. ¿Tuve padres sargento? Es normal que me cueste expresar mis sentimientos o profundizar en mis relaciones. El terreno de la intimidad me resulta inseguro ya que me acostumbré a bloquearlo. ¿Soy ansioso en las relaciones, inseguro, celoso? Quizás se debe a esos cuidadores imprevisibles, que me hacían pasar de sentirme el rey de la casa a un simple mueble más de la decoración.
Muchos llevamos un niño herido en algún rincón de nuestro ser, y convivir con esa realidad es duro. Nos afecta más de lo que nos imaginamos.
Al leer sobre la teoría del apego y su reproducción en el tipo de relaciones que mantenemos de adultos nos puede asaltar un cierto sentimiento de frustración, ya que parecemos condenados al determinismo: si tuve esa infancia estoy determinado a ser así como soy, y a relacionarme así como me relaciono.
Pero hay una buena noticia: ¡Se pueden reparar las heridas del pasado! Podemos sanar ese niño herido que cargamos. Hay esperanza para cualquiera de nosotros.
En el ámbito de la psiquiatría o de la psicología nos dirán: sé tu propio cuidador y tu máxima figura de cariño. Sé padre o madre de tu corazón roto. Nosotros, como terapeutas, te ayudaremos a sanar a ese niño dañado.
¡Mucho más fácil para nosotros! Tenemos al mejor Padre para sanar nuestras heridas y para recuperar el valor, la seguridad, la autoestima y la identidad.
Él es tan poderoso que puede ir a nuestro pasado y sanar nuestro corazón de aquellas viejas heridas o traumas. Quizás el recuerdo siempre estará. Y será una cicatriz que nos habla de que sanamos, de que lo superamos. Mas no será una herida abierta, que sigue doliendo o hasta supurando infectada.
Nuestro Padre Celestial quiere sanar nuestro pasado y cuidarnos en el presente. Si es capaz de contar las millones y millones de estrellas, y a todas ponerles nombre****. ¿No podrá vendar un alma rota? ¿No puede llegar a donde nadie más puede llegar y traer el bálsamo de su amor a cualquier área del corazón?
****El SEÑOR edifica a Jerusalén;
congrega a los dispersos de Israel;
sana a los quebrantados de corazón,
y venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
y a todas ellas les pone nombre.
Grande es nuestro Señor, y muy poderoso;
su entendimiento es infinito.
El SEÑOR sostiene al afligido
y humilla a los impíos hasta la tierra. Salmo 147:2-6.
Jacob fue afectado por una paternidad deficiente de Isaac, y arrastró un grave problema en su identidad.
Su padre no supo dar bendición a sus dos hijos (Esaú y Jacob). Solo tuvo bendición para uno, para su favorito, el primogénito. Aunque Jacob arrebató esa bendición haciéndose pasar por Esaú, en el corazón de Isaac estaba dando toda la bendición para el hijo mayor. No dejaba nada para Jacob: “¿qué me queda para darte a ti, hijo mío?”, dijo Isaac. A lo que respondió Esaú con otra pregunta: “¿Pero acaso tienes una sola bendición? Oh padre mío, ¡bendíceme también a mí!”. Notamos la desesperación de Esaú, quien después de esta escena “perdió el control y se echó a llorar”, dice en Génesis 27: 37-38.
Isaac trató a sus hijos con clara preferencia. No sabía reconocer la unicidad y diferencia de uno y otro. Esaú era velludo, fuerte, cazador, hombre rudo… Jacob era de su casa; amigo de su madre; cocinaba muy bien; más interesado por la bendición y el futuro y menos por el aquí y ahora, que eran las únicas prioridades de Esaú. Isaac veía con buenos ojos al mayor y se mostró muy apático hacia Jacob. De hecho, hizo con ellos lo mismo que Abraham. Solo bendijo a uno de los dos hijos con toda la bendición. Ismael no entraba en la ecuación. Y en el corazón de Isaac no había espacio para bendecir a los dos hijos (aunque el primogénito, por costumbre, tenía derecho a doble porción).
Esto fue duro para Jacob. El menor de los dos hermanos luchó para obtener todo en la vida. Si su padre lo bendijo fue fingiendo ser quien no era. Si se casó con Raquel fue en una batalla de años para merecerla y soportando muchas injusticias. Cuando finalmente se encuentra con Dios en Peniel, el afamado patriarca tenía dos lastres en su vida o dos grandes temas pendientes: su falta de identidad y su herida con la paternidad.
Sin embargo, este encuentro (Génesis 32) le va a restaurar y le va a cambiar la vida. En primer lugar, el Señor le revela su verdadera identidad: ya no más Jacob (suplantador), sino que tu nombre será Israel (príncipe de Dios y vencedor). Y añadido a esto, obtiene la bendición del Padre del Cielo, quien viene a llenar esos vacíos de la vida de Jacob.
¿Cómo podemos saber que el patriarca fue realmente restaurado? Cuando llegó el momento de dejar la bendición sobre sus hijos y nietos (Génesis 48 y 49), y tuvo palabras únicas y ungidas para cada uno. No dio todo a su preferido. Aunque había un primogénito de Lea (Judá) y un primogénito de Raquel (José), que tuvieron doble porción, sin embargo, cada uno de sus hijos escuchó a su padre bendiciéndolos y reconociendo que eran especiales y distintos a los otros. De esta forma se rompió el patrón de las estrecheces de la paternidad, con esa lacra de favoritismo, y los vacíos de identidad. De cada hijo (y nietos) el Señor levantó una poderosa tribu, para conformar la nación de Israel.
Es una gran enseñanza. A Jacob le faltaba la bendición de su padre y la identidad de primogénito. Pero encontró sanidad en la paternidad de Dios. El Señor mismo (Jesús, en el varón que peleó toda la noche) fue su padre que le bendijo y le dio identidad. Y ahora Jacob, o mejor dicho Israel, inauguró un nuevo modelo familiar más saludable. Hay lugar para diferentes caracteres, pero todos sois hijos, amados y bendecidos.
También tú, yo, cada uno de nosotros, necesitamos un encuentro sanador con Jesús en el que Él pueda llenar nuestros vacíos. Que nos dé su identidad de hijos amados y primogénitos. Que nos bendiga como ese padre eterno que nos ama y siempre estará con nosotros, nunca nos va a dejar, nunca va a preferir a unos sobre otros. ¡Qué paz y sanidad! ¡Qué bendición y seguridad hallamos en este Padre Nuestro!
4. LA LLAVE DEL PERDÓN:
Para terminar, y muy brevemente, vamos a tratar un tema importantísimo: el perdonar como hemos sido perdonados.
Perdón es la llave de tu sanidad y libertad. Si no ejerces perdón te quedas en una cárcel. Y lo más curioso es que te quedas encerrado con la persona que te hirió. Esa cárcel se llama amargura, y allí se han enfermado grandes hombres y mujeres que no han sido capaces de tomar la decisión de perdonar al que les ha hecho daño o al que les debe. Es una decisión. No un sentimiento. Pero cuando obedecemos y perdonamos, como un acto de la voluntad, el Señor pone también el amor que necesitamos y la fortaleza para usar esa llave y quedar en libertad. Libres, tanto nosotros como los que nos han ofendido.
Cuando Pedro le preguntó a Jesús cuántas veces debemos perdonar, pensando que eran muchas y perdón perfecto llegar hasta siete, oyó para su asombro esto:
Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Mateo 18:21-22.
Setenta veces siete es todas las veces. Todas las veces que sea necesario. Y para que Pedro, los apóstoles y todos nosotros entendamos este principio del perdón les puso la parábola de los dos deudores:
Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: “Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré.” Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: “Paga lo que debes.” Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo y te pagaré.” Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: “Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. “¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?” Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.
Mateo 18:23-35.
Con esta historia podemos entender que nosotros debemos perdonar de corazón, porque el Señor nos ha perdonado muchísimo más a nosotros. Y que la falta de perdón nos deja en la cárcel, encerrados con nuestro deudor. Donde hemos metido al deudor (a esa persona que menos queremos ver) es donde también acabamos nosotros. Porque el perdón es imprescindible para que haya verdadera sanidad y restauración. No podemos decir que somos libres si albergamos odio, resentimiento, amargura o rencor contra nuestro hermano. El Señor de esta historia perdonó al protagonista unos 1.500 millones de euros (traído al valor actual), pero él no era capaz de tener paciencia y perdonar al que solo le debía 3.000 euros. Esta distancia abismal entre las dos cifras nos lleva a meditar en la enormidad del perdón de Dios hacia cada uno de nosotros.
¿Cómo puedo yo perdonar al que me ha ofendido?
1. Si entiendo que yo soy un terrible pecador, que ofendí con mi pecado a un Dios infinitamente santo. Y que mi pecado me llevaba al infierno (la cárcel eterna). Y que el Señor me perdonó toda mi deuda. Pero ese perdón no fue gratis. Jesús pagó mi deuda para que a mí ya no me tocase pagarla. Eso es gracia. Eso es misericordia.
2. Si entiendo que mi prójimo que me ha hecho daño, o me ha ofendido, o es mi deudor, es tan pecador como yo. Es un hombre imperfecto al que también le ha costado actuar como debería. El pecado y el daño de unos a otros es una cadena que se remonta a los primeros hombres de la tierra. Todo está dañado. El mundo es un mundo imperfecto y caído. Muchas personas hacen el mal porque no saben hacer otra cosa. Dañan porque ellos también fueron maltratados. No saben amar porque no fueron amados. Tienen maldad porque son esclavos, y hasta porque hay malos espíritus que se usan de ellos. Si comprendo estas verdades espirituales me será más fácil tener misericordia y perdonar.
3. Además, si no perdono tampoco mi Padre me oye en mi oración (Mateo 6:14), ni me perdona. Me quedo estancado y encerrado en mi cárcel de amargura.
Un hombre o mujer que ha sido tratado por el Señor en su identidad y restaurado en cuanto a la paternidad puede levantarse en amor y perdón.
Un claro ejemplo de esto es José. El hijo de Jacob. (Génesis cap. 37 a cap. 50)
Traicionado por sus hermanos. Casi lo matan. Vendido como esclavo. Acaba en la cárcel en Egipto. Separado de su familia. Pasando un proceso durísimo. Pero José entendió cuál era su identidad: que él era escogido por Dios, amado y especial. Llamado a un propósito de liberación como el que se estaba desenvolviendo. Y también tenía seguridad en cuanto a su paternidad y a la bendición de Dios en su vida.
Puedo oír a José diciendo: "Mi Padre Celestial tenía todo planeado. Mi vida estaba en su control. Él fue el que me mandó por delante de mi familia para preservarles y para darles un futuro en medio de la crisis. Aunque todo esto ha sido difícil y los hombres me han tratado mal, yo los perdono. Yo soy un hombre bendecido".
Este perdón es una llave para salir de la cárcel de amargura que nos mantiene atados al pasado. El pedir perdón y perdonar es un paso imprescindible para que las bendiciones de nuestro Padre en los Cielos se movilicen para nosotros.
De manera que podemos decir con toda confianza que el Señor sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. Salmo 34:18.
Y lo hará así:
- la identidad de Dios sana la confusión de identidad;
- la paternidad del Señor sana los daños ocasionados por una mala paternidad;
- y el perdón es la llave para la sanidad y libertad. ¡Y está en nuestra mano!
-------------------------------------------------------------------------------------
A continuación os comparto los audios de los dos talleres de reparación del corazón que Vanessa y yo impartimos en el Campamento Activados Libres 2019. Usamos este material que has podido leer, y además añadimos otras ideas que el Señor nos dio en ese día. ¡Que nuestro Padre te bendiga y seas completamente sano en ÉL!
Al final del texto están los dos audios del taller 1 y 2.
Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón,
y salva a los abatidos de espíritu. Salmo 34:18.
¿Por qué hay mucha gente que lleva años en la iglesia y no sana? Es una buena pregunta…
Esta es la respuesta que me dio el Señor, usando la comparación de una operación en quirófano.
Cuando vas a una operación:
1. Te pones en manos de un cirujano especialista. No opera cualquier médico.
2. No te operan sin anestesia.
3. Tampoco usan cualquier instrumento.
4. Y no lo harán en un lugar común. Usarán un quirófano aséptico, previamente preparado para eso mismo.
De la misma forma, cuando necesitamos reparación en el corazón:
1. El Espíritu Santo es el médico experto que nos sana (Salmo 34:18 y Salmo 147:2-6*).
2. Unge a vasos humanos que colaboren con él en esa sanidad (Isaías 61:1-3**).
3. Su Presencia será el quirófano, protegido de cualquier contaminación o impureza (momentos de oración, tiempos en la iglesia, etc.).
4. Su amor se convierte en el bálsamo o medicina que repara los daños de nuestra alma.
5. La unción del Espíritu equivale a la anestesia, que hace fácil la operación.
6. La palabra de Dios es el bisturí con el que intervenirnos.
7. Y la iglesia local es, al mismo tiempo, el hospital en el que sanar y la familia con la que nos vamos a recuperar, bien cuidados y amados.
*El SEÑOR edifica a Jerusalén;
congrega a los dispersos de Israel;sana a los quebrantados de corazón,
y venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
y a todas ellas les pone nombre.
Grande es nuestro Señor, y muy poderoso;
su entendimiento es infinito.
El SEÑOR sostiene al afligido
y humilla a los impíos hasta la tierra. Salmo 147:2-6.
** El Espíritu del Señor DIOS está sobre mí,
porque me ha ungido el SEÑOR
para traer buenas nuevas a los afligidos;
me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón,
para proclamar libertad a los cautivos
y liberación a los prisioneros;
para proclamar el año favorable del SEÑOR,
y el día de venganza de nuestro Dios;
para consolar a todos los que lloran,
para conceder que a los que lloran en Sion
se les dé diadema en vez de ceniza,
aceite de alegría en vez de luto,
manto de alabanza en vez de espíritu abatido;
para que sean llamados robles de justicia,
plantío del SEÑOR, para que El sea glorificado. Isaías 61:1-3.
Pero el problema consiste en que muchos de nosotros no nos atrevemos a confiarnos al buen hacer del cirujano del corazón. Nos resistimos a abandonarnos a su cuidado. Se lo ponemos difícil a sus ungidos, que nos quieren ayudar en esa sanidad. No acabamos de dormir bajo la unción del Espíritu Santo, para que Él haga su obra libremente.
Vanessa y yo hemos pasado muchas veces por el quirófano de Dios. Mi esposa tenía sus traumas o heridas que le impedían cumplir el propósito divino. Yo también llegué sin identidad y golpeado. Pero nos hemos dejado tratar, confiando en el poder de Dios y en el amor del Espíritu, quien no quiere que estemos toda la vida arrastrando estas heridas.
El tema de la reparación del corazón es muy amplio. Cuestión de toda una vida. Pero nos vamos a centrar en 4 aspectos de la reparación del corazón:
- Confusión y engaños de identidad.
- Mala paternidad.
- Falta de perdón.
- Huecos en el alma o vacíos en el carácter.
¡Aquí está la buena noticia, como un adelanto de lo que veremos!
- La identidad de Dios sana la confusión de identidad.
- La paternidad del Señor sana los daños ocasionados por una mala paternidad.
- Y el perdón es la llave para la sanidad y libertad. ¡Y está en nuestra mano!
1. Empecemos por HUECOS EN EL ALMA O VACÍOS EN EL CARÁCTER.
A menudo avanzamos en la construcción de nuestra persona, pero tenemos huecos en el alma o vacíos en el carácter. Como páginas en blanco que no han sido correctamente escritas. Temas no resueltos. Lagunas en los cimientos de nuestro edificio, que antes o después se convierten en nuestra debilidad. Es decir, con el paso del tiempo se abre una grieta peligrosa en la construcción de nuestra persona.
Conozco cristianos con años en el Señor, e incluso en lugares de autoridad, que tienen fracturas en su vasija. Nunca encuentran saciedad, plenitud, que el Señor pueda usarles en forma madura, porque son un vaso que tiene grietas, que pierde el agua.
El caso reciente de Joshua Harris
Harris sirvió como pastor principal en Covenant Life Church desde 2004 hasta su renuncia en 2015. Esta iglesia es fundadora de Sovereign Grace Ministries en Gaithersburg, Maryland. En 2015, Joshua Harris anuncio su renuncia con el fin de seguir estudios de posgrado en Regent College, en Columbia Británica.
Joshua fue uno de los promotores del «Pacto CVP», (Castidad, Virginidad y Pureza). Se trata de un compromiso con Dios que se puede hacer siendo un creyente soltero; es la decisión de esperar en Él a la persona con la que te vas a comprometer con el objetivo de casarte y formar un matrimonio, una familia. Eso implica no tener noviazgos sin propósito, entre otras cosas…
Casi tres años después de disculparse con los cristianos y llamar a su libro más vendido de 1997 (I Kissed Dating Goodbye) un "gran error", el autor y pastor Joshua Harris reveló que él y su esposa se están divorciando: "Estamos escribiendo para compartir la noticia de que nos estamos separando y continuaremos nuestra vida juntos como amigos". Luego, en una publicación de Instagram, Harris anunció que ya no se consideraba un cristiano, refiriéndose al término bíblico "caerse" para describir su estado espiritual. "Por todas las medidas que tengo para definir a un cristiano, no soy cristiano", escribió Harris en la publicación de Instagram.
También expresó su pesar por su oposición pasada a la homosexualidad y al matrimonio entre personas del mismo sexo, explicando que estaba "apenado por las opiniones que enseñé en mis libros, y como pastor, con respecto a la sexualidad".
No es un caso aislado, sino que se suma al de otros hombres y mujeres de Dios reconocidos que han abandonado la fe o han caído en inmoralidad, quedando descalificados para el ministerio. En la mayoría de las ocasiones el problema parte de un problema espiritual o de carácter no resuelto, que se ha ido arrastrando hasta un determinado punto de la vida, cuando ya la caída es inevitable y el daño ocasionado difícil de cuantificar.
No podemos dejar huecos en nuestra formación. Problemas espirituales que no nos atrevemos a enfrentar. Vacíos en el carácter. Pequeñas grietas en forma de ataduras o heridas, que después nos llevan a un naufragio espiritual. Es mejor ser honestos con Dios y con nosotros mismos (también con nuestros pastores o mentores espirituales) y enfrentar esas áreas incómodas. Dejar que el Señor sane, forme, reescriba o llene nuestros huecos pendientes hará de nosotros hombres y mujeres de Dios sólidos y fiables.
Todo lo que no resuelvas hoy puede
convertirse en tu caída mañana.
Quizás tú lo dejas de lado porque es algo doloroso. Pero es preferible ser valiente y enfrentarlo.
¿Por qué ha de quejarse el ser viviente? ¡Sea valiente frente a sus pecados! Lamentaciones 3:39.
Aquí os paso una lista de áreas que se pueden convertir en un hueco en el alma o vacío en el carácter:
- PROBLEMAS DE CARÁCTER: cambios constantes; falta de dominio propio; celos; inseguridad; vergüenza excesiva; temores paralizantes; búsqueda constante de aprobación; inclinación a manipular o a llamar la atención.
- PROBLEMAS DE FE: ¿Qué creo? ¿Por qué lo creo? ¿Mi cristianismo es profundo o de emoción?
- PROBLEMAS DE PECADO: tendencias homosexuales; adicciones a pornografía o masturbación; espíritu de seducción; promiscuidad; necesidad de gustar; encontrar placer en provocar; etc.
- TENDENCIAS A LA DEPRESIÓN: pensamientos de suicidio; pesimismo crónico; aislamiento enfermizo; espíritu de soledad; melancolía recurrente; etc.
Son solo algunos ejemplos de áreas que deben ser tratadas en el taller del Señor. Que Él nos repare y verdaderamente lo podamos vencer y superar. Y sobre la base de esas victorias seguimos edificando nuestra vida y carácter.
¿Qué puedo hacer si estoy en uno varios puntos de esa lista? Es necesario que busques ayuda con tus pastores. Hay personas ungidas por el Señor para poder ministrarte libertad y sanidad. No tienes por qué cargar esa maldición años y años. Ese es el problema al que me refería en un comienzo: que no quiero dejarme en las manos del Señor y de sus siervos y siervas para ser tratado a fondo. Entonces puedo tener una estrepitosa caída más adelante, como la de Joshua Harris, simplemente porque avancé y avancé sin revisar que todo esté bien sanado.
2. LA IDENTIDAD DE DIOS SANA DE LA CONFUSIÓN Y ENGAÑO DE IDENTIDAD:
El engaño de la serpiente en Génesis 3 tuvo mucho que ver con este asunto de la identidad. Observemos la oferta:
- Seréis como Dios.
- Serán abiertos vuestros ojos.
- Conoceréis el bien y el mal.
¡Pero ellos ya tenían todo eso! Eran a la imagen y semejanza de Dios. Tenían ojos abiertos. Y podían conocer el bien y el mal, porque al tener los ojos abiertos al bien, toda clase de mal sería evidente y podrían combatirlo.
De esta forma vemos que, el no tener clara su identidad y todo lo que ya poseían en Dios facilitó que Satanás, su adversario, les metiera dudas, y que cayeran en el engaño del pecado. La tragedia se produjo tal que así: de ser libres pasaron a ser esclavos; de ser santos a ser pecadores; de ser eternos a seres mortales; y de ser amigos de Dios a convertirse en enemigos de Dios.
No conocer y amar su identidad como hijos de Dios
les empujó a una degradación en su identidad.
De igual modo, hoy en día podemos ser degradados en nuestra identidad como hombres y mujeres, simplemente porque no hemos entendido bien lo que nuestro Creador dice que somos y lo que tenemos derecho a reclamar en Él.
Me atrevo a afirmar que lo que más está siendo atacado en el tiempo moderno es la identidad: transgénero; transespecie; transedad; homosexualidad; bisexualidad; poligamia; pedofilia; etc. Es una locura en lo que nos convertimos por no abrazar nuestra esencia eterna como criaturas e hijos de Dios. El hombre se degrada a una condición de esclavo del pecado y esclavo de Satanás. Y en sus zarpas ponzoñosas acaba siendo peor que un animal en su perversidad y estilo de vida.
Yo también tuve muchos problemas de identidad. Vine al Señor con las preguntas de: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿A dónde voy? Pero en Cristo Jesús hallé mi identidad: fui sano de la inseguridad, de la baja estima, del rechazo; del deseo de agradar constantemente.
Ahora puedo decir confiadamente que soy de gran valor; soy un hijo de Dios; soy rey y sacerdote; soy redimido por la sangre de Cristo; soy siervo del Reino de Dios; soy santo por gracia; soy único; y ¡soy hombre!
Alguien puede preguntar: Juan Carlos, Vanessa ¿y qué hago si me gustan los hombres y no las mujeres? ¡Hay solución para esa inclinación! ¡Que no te engañe tu corazón, tu herida o tu iniquidad!
Me explico. Qué tal si me dices: “no lo puedo evitar, tengo 50 años, pero me gustan los niños de 10 o 12 años? No voy a luchar contra esto, porque ya estoy cansado de hacerlo”. Verdad que diríamos: ¡NO! Eso está mal. ¡Esa no es tu identidad! Eso es un engaño y una deformación de tu verdadera sexualidad y de lo que debe gustarte y atraerte. Exactamente igual ante el hecho de que te sientas atraído por los de tu mismo sexo o que quieras cambiar tu cuerpo para parecerte al otro sexo. Eso se puede sanar. Se puede luchar contra ese engaño de identidad. Dios es un especialista en restaurar a los pecadores para que recuperen toda su esencia y todo el valor de lo que en Cristo han sido llamados a ser.
Por otra parte, mi identidad no puede estar basada en las etiquetas del mundo: posición, dinero, logros, estudios, aspecto físico, etc. O por el aspecto físico. El ‘Dios imagen’ está esclavizando a las generaciones del tiempo actual. Es una potestad moderna que introduce la tiranía de juzgarnos unos a otros por la apariencia y sobredimensionar la estética por encima de la ética.
Pero ¿Quién soy yo? Soy más que este traje momentáneo. Este cuerpo lo cuido y lo mantengo limpio y hermoso, como templo visible del Dios invisible. Sin embargo, Dios no ve como ve el hombre, porque el hombre ve lo de afuera, pero el Señor mira el corazón. 1 Samuel 16:7. Eso es lo importante de verdad.
Tampoco soy un exalcohólico, un abusado, una maltratada, un divorciado, una huérfana… Lo que me haya pasado no define quién soy yo. Mi Creador define lo que yo soy. Soy un hijo de Dios que he sobrevivido a un maltrato, o a un divorcio, o a un problema de adicción. Y con el poder de Dios lo he superado. Mi valor no lo determina esa historia, sino la historia de la Cruz. Quién murió allí por mí y el amor que se manifestó hacia mí cifran ahora el valor que tengo y la identidad en Cristo: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17. Me gusta cómo lo dice en la NTV: Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!
Cuando vuelvo a Cristo recupero la identidad que Adán y Eva perdieron. Hay una reconstrucción del hombre original: de ser esclavos a ser libres; de ser pecadores a ser santos; de ser mortales a seres eternos; y de ser enemigos de Dios a convertirnos en amigos de Dios.
3. LA PATERNIDAD DE DIOS SANA DE UNA MALA PATERNIDAD:
***La observación del comportamiento infantil dio pie al psiquiatra y psicoanalista John Bowlby (1907-1990) para definir la teoría del apego, entendido este como el vínculo afectivo que desarrolla el niño con sus padres o cuidadores en la primera infancia, y que va a determinar su desarrollo cerebral y emocional. Pero no fue hasta finales de los años ochenta cuando los psicólogos Cindy Hazan y Phillip Shaver concluyeron que las relaciones amorosas de cada uno reproducen las relaciones de apego que vivimos en la infancia.
Hay definidos cuatro tipos de apego:
1.- Los padres águila.
Son aquellos que cuidan al niño amorosamente, pero desarrollando su autonomía, de manera que ‘le enseñan a volar’.
La figura cuidadora se preocupa sinceramente por el bebé, entiende y atiende sus necesidades. Transmite al niño afecto, respeto y cuidado, facilitando su progresiva autonomía. Son niños que se sienten queridos y consiguen equilibrar la presencia física y el vínculo afectivo con el deseo de autonomía y aventura necesario para el aprendizaje.
De adultos se encuentran cómodos en las relaciones personales y disfrutan al compartir la intimidad. Se sienten queridos y saben alejarse de quienes les hacen daño. Reconocen sus emociones y son capaces de pedir consuelo y de expresar sus necesidades afectivas. El tipo de relaciones que entablan son duraderas, respetuosas y no idealizadas, y comprenden los altibajos naturales en una relación.
2.- Los padres sargento:
Aquí se produce un desbalance entre amor-disciplina, pesando más la disciplina, hasta el punto de ser cuidadores y educadores fríos.
La figura cuidadora se muestra hostil hacia las demandas afectivas del niño porque las considera excesivas, caprichosas o inapropiadas y rehúye o raciona el contacto físico con el bebé. Considera estas necesidades como una debilidad. Educan con disciplina, a base de privaciones y dosificación del cariño. Estos niños aprenden a reprimir sus necesidades afectivas y a renunciar a la intimidad para no provocar rechazo y mantener así el vínculo.
De mayores son adultos huidizos que sienten que sus emociones son engorrosas para los demás y ven la necesidad de afecto como una debilidad. Sus relaciones serán poco profundas. Suelen tener actitudes evasivas que les impiden compartir su intimidad con la pareja.
3.- Los padres bipolares:
Los padres son imprevisibles para el niño, a causa de dificultades que sufren ellos mismos.
No es que rechacen al bebé, sino que unas veces se muestran indiferentes y lo ignoran, y otras se muestran cariñosos, alegres y atentos a sus necesidades. Esta actitud impredecible genera mucha ansiedad en el niño, quien, privado de patrones comprensibles, no entiende por qué unas veces sus necesidades —incluso las básicas— son desatendidas y otras veces son los reyes de mamá y papá.
Estos bebés serán adultos inseguros en sus relaciones, con mucha ansiedad ante las separaciones y ante las emociones negativas. Se muestran aprensivos, celosos, suspicaces y bastante melodramáticos. Necesitan sentirse permanentemente vinculados a sus parejas, a veces de manera agobiante para ellas, y así ahuyentar la ansiedad que les provoca la separación. Estas parejas son muy dependientes del otro, interpretan cada gesto como una amenaza a la relación y oscilan entre la bronca, la sumisión y el arrepentimiento. Su felicidad o desánimo dependen de la atención que reciba del otro: mientras se muestre disponible y cariñoso, desaparece la ansiedad y reina la confianza y el equilibrio; pero esto nunca es suficiente: al primer gesto de independencia de la pareja se reactivará la espiral ansiosa y demandante.
4.- Los padres enfermos:
Es el tipo más patológico de apego.
La figura cuidadora es gravemente insensible o manifiesta actitudes violentas hacia el niño. El bebé no puede sobrevivir sin ella, pero es al mismo tiempo una amenaza: esta paradoja le provoca un colapso psíquico traumático. Son niños llenos de dolor, miedo, agresividad, sentimientos de ambivalencia, inseguridad… que recurren al bloqueo emocional para poder sobrellevar su realidad. A veces el daño puede ser activo (por un daño que ocasionan los padres) o pasivo (al no ofrecer protección y seguridad al pequeño ante las amenazas de su entorno).
De adultos sufren grandes dificultades para identificar sus emociones y padecen bloqueos y confusión de sentimientos. Para ellos las relaciones afectivas son amenazantes, de manera que las evitarán o se sucederán las rupturas. Son personas inestables, con dificultades para respetar los derechos y los límites del otro.
*** El País Semanal (artículo del 28 de julio de 2019).
Todos deberíamos meditar en esta lógica: mucho de lo que hoy soy tiene que ver con cómo me criaron. Y me relaciono según esos esquemas que formaron parte de mi apego en la infancia. ¿Tuve padres sargento? Es normal que me cueste expresar mis sentimientos o profundizar en mis relaciones. El terreno de la intimidad me resulta inseguro ya que me acostumbré a bloquearlo. ¿Soy ansioso en las relaciones, inseguro, celoso? Quizás se debe a esos cuidadores imprevisibles, que me hacían pasar de sentirme el rey de la casa a un simple mueble más de la decoración.
Muchos llevamos un niño herido en algún rincón de nuestro ser, y convivir con esa realidad es duro. Nos afecta más de lo que nos imaginamos.
Al leer sobre la teoría del apego y su reproducción en el tipo de relaciones que mantenemos de adultos nos puede asaltar un cierto sentimiento de frustración, ya que parecemos condenados al determinismo: si tuve esa infancia estoy determinado a ser así como soy, y a relacionarme así como me relaciono.
Pero hay una buena noticia: ¡Se pueden reparar las heridas del pasado! Podemos sanar ese niño herido que cargamos. Hay esperanza para cualquiera de nosotros.
En el ámbito de la psiquiatría o de la psicología nos dirán: sé tu propio cuidador y tu máxima figura de cariño. Sé padre o madre de tu corazón roto. Nosotros, como terapeutas, te ayudaremos a sanar a ese niño dañado.
¡Mucho más fácil para nosotros! Tenemos al mejor Padre para sanar nuestras heridas y para recuperar el valor, la seguridad, la autoestima y la identidad.
Él es tan poderoso que puede ir a nuestro pasado y sanar nuestro corazón de aquellas viejas heridas o traumas. Quizás el recuerdo siempre estará. Y será una cicatriz que nos habla de que sanamos, de que lo superamos. Mas no será una herida abierta, que sigue doliendo o hasta supurando infectada.
Nuestro Padre Celestial quiere sanar nuestro pasado y cuidarnos en el presente. Si es capaz de contar las millones y millones de estrellas, y a todas ponerles nombre****. ¿No podrá vendar un alma rota? ¿No puede llegar a donde nadie más puede llegar y traer el bálsamo de su amor a cualquier área del corazón?
****El SEÑOR edifica a Jerusalén;
congrega a los dispersos de Israel;
sana a los quebrantados de corazón,
y venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
y a todas ellas les pone nombre.
Grande es nuestro Señor, y muy poderoso;
su entendimiento es infinito.
El SEÑOR sostiene al afligido
y humilla a los impíos hasta la tierra. Salmo 147:2-6.
Jacob fue afectado por una paternidad deficiente de Isaac, y arrastró un grave problema en su identidad.
Su padre no supo dar bendición a sus dos hijos (Esaú y Jacob). Solo tuvo bendición para uno, para su favorito, el primogénito. Aunque Jacob arrebató esa bendición haciéndose pasar por Esaú, en el corazón de Isaac estaba dando toda la bendición para el hijo mayor. No dejaba nada para Jacob: “¿qué me queda para darte a ti, hijo mío?”, dijo Isaac. A lo que respondió Esaú con otra pregunta: “¿Pero acaso tienes una sola bendición? Oh padre mío, ¡bendíceme también a mí!”. Notamos la desesperación de Esaú, quien después de esta escena “perdió el control y se echó a llorar”, dice en Génesis 27: 37-38.
Isaac trató a sus hijos con clara preferencia. No sabía reconocer la unicidad y diferencia de uno y otro. Esaú era velludo, fuerte, cazador, hombre rudo… Jacob era de su casa; amigo de su madre; cocinaba muy bien; más interesado por la bendición y el futuro y menos por el aquí y ahora, que eran las únicas prioridades de Esaú. Isaac veía con buenos ojos al mayor y se mostró muy apático hacia Jacob. De hecho, hizo con ellos lo mismo que Abraham. Solo bendijo a uno de los dos hijos con toda la bendición. Ismael no entraba en la ecuación. Y en el corazón de Isaac no había espacio para bendecir a los dos hijos (aunque el primogénito, por costumbre, tenía derecho a doble porción).
Esto fue duro para Jacob. El menor de los dos hermanos luchó para obtener todo en la vida. Si su padre lo bendijo fue fingiendo ser quien no era. Si se casó con Raquel fue en una batalla de años para merecerla y soportando muchas injusticias. Cuando finalmente se encuentra con Dios en Peniel, el afamado patriarca tenía dos lastres en su vida o dos grandes temas pendientes: su falta de identidad y su herida con la paternidad.
Sin embargo, este encuentro (Génesis 32) le va a restaurar y le va a cambiar la vida. En primer lugar, el Señor le revela su verdadera identidad: ya no más Jacob (suplantador), sino que tu nombre será Israel (príncipe de Dios y vencedor). Y añadido a esto, obtiene la bendición del Padre del Cielo, quien viene a llenar esos vacíos de la vida de Jacob.
¿Cómo podemos saber que el patriarca fue realmente restaurado? Cuando llegó el momento de dejar la bendición sobre sus hijos y nietos (Génesis 48 y 49), y tuvo palabras únicas y ungidas para cada uno. No dio todo a su preferido. Aunque había un primogénito de Lea (Judá) y un primogénito de Raquel (José), que tuvieron doble porción, sin embargo, cada uno de sus hijos escuchó a su padre bendiciéndolos y reconociendo que eran especiales y distintos a los otros. De esta forma se rompió el patrón de las estrecheces de la paternidad, con esa lacra de favoritismo, y los vacíos de identidad. De cada hijo (y nietos) el Señor levantó una poderosa tribu, para conformar la nación de Israel.
Es una gran enseñanza. A Jacob le faltaba la bendición de su padre y la identidad de primogénito. Pero encontró sanidad en la paternidad de Dios. El Señor mismo (Jesús, en el varón que peleó toda la noche) fue su padre que le bendijo y le dio identidad. Y ahora Jacob, o mejor dicho Israel, inauguró un nuevo modelo familiar más saludable. Hay lugar para diferentes caracteres, pero todos sois hijos, amados y bendecidos.
También tú, yo, cada uno de nosotros, necesitamos un encuentro sanador con Jesús en el que Él pueda llenar nuestros vacíos. Que nos dé su identidad de hijos amados y primogénitos. Que nos bendiga como ese padre eterno que nos ama y siempre estará con nosotros, nunca nos va a dejar, nunca va a preferir a unos sobre otros. ¡Qué paz y sanidad! ¡Qué bendición y seguridad hallamos en este Padre Nuestro!
4. LA LLAVE DEL PERDÓN:
Para terminar, y muy brevemente, vamos a tratar un tema importantísimo: el perdonar como hemos sido perdonados.
Perdón es la llave de tu sanidad y libertad. Si no ejerces perdón te quedas en una cárcel. Y lo más curioso es que te quedas encerrado con la persona que te hirió. Esa cárcel se llama amargura, y allí se han enfermado grandes hombres y mujeres que no han sido capaces de tomar la decisión de perdonar al que les ha hecho daño o al que les debe. Es una decisión. No un sentimiento. Pero cuando obedecemos y perdonamos, como un acto de la voluntad, el Señor pone también el amor que necesitamos y la fortaleza para usar esa llave y quedar en libertad. Libres, tanto nosotros como los que nos han ofendido.
Cuando Pedro le preguntó a Jesús cuántas veces debemos perdonar, pensando que eran muchas y perdón perfecto llegar hasta siete, oyó para su asombro esto:
Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Mateo 18:21-22.
Setenta veces siete es todas las veces. Todas las veces que sea necesario. Y para que Pedro, los apóstoles y todos nosotros entendamos este principio del perdón les puso la parábola de los dos deudores:
Por eso, el reino de los cielos puede compararse a cierto rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y al comenzar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Pero no teniendo él con qué pagar, su señor ordenó que lo vendieran, junto con su mujer e hijos y todo cuanto poseía, y así pagara la deuda. Entonces el siervo cayó postrado ante él, diciendo: “Ten paciencia conmigo y todo te lo pagaré.” Y el señor de aquel siervo tuvo compasión, y lo soltó y le perdonó la deuda. Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: “Paga lo que debes.” Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo y te pagaré.” Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Así que cuando vieron sus consiervos lo que había pasado, se entristecieron mucho, y fueron y contaron a su señor todo lo que había sucedido. Entonces, llamándolo su señor, le dijo: “Siervo malvado, te perdoné toda aquella deuda porque me suplicaste. “¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?” Y enfurecido su señor, lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.
Mateo 18:23-35.
Con esta historia podemos entender que nosotros debemos perdonar de corazón, porque el Señor nos ha perdonado muchísimo más a nosotros. Y que la falta de perdón nos deja en la cárcel, encerrados con nuestro deudor. Donde hemos metido al deudor (a esa persona que menos queremos ver) es donde también acabamos nosotros. Porque el perdón es imprescindible para que haya verdadera sanidad y restauración. No podemos decir que somos libres si albergamos odio, resentimiento, amargura o rencor contra nuestro hermano. El Señor de esta historia perdonó al protagonista unos 1.500 millones de euros (traído al valor actual), pero él no era capaz de tener paciencia y perdonar al que solo le debía 3.000 euros. Esta distancia abismal entre las dos cifras nos lleva a meditar en la enormidad del perdón de Dios hacia cada uno de nosotros.
¿Cómo puedo yo perdonar al que me ha ofendido?
1. Si entiendo que yo soy un terrible pecador, que ofendí con mi pecado a un Dios infinitamente santo. Y que mi pecado me llevaba al infierno (la cárcel eterna). Y que el Señor me perdonó toda mi deuda. Pero ese perdón no fue gratis. Jesús pagó mi deuda para que a mí ya no me tocase pagarla. Eso es gracia. Eso es misericordia.
2. Si entiendo que mi prójimo que me ha hecho daño, o me ha ofendido, o es mi deudor, es tan pecador como yo. Es un hombre imperfecto al que también le ha costado actuar como debería. El pecado y el daño de unos a otros es una cadena que se remonta a los primeros hombres de la tierra. Todo está dañado. El mundo es un mundo imperfecto y caído. Muchas personas hacen el mal porque no saben hacer otra cosa. Dañan porque ellos también fueron maltratados. No saben amar porque no fueron amados. Tienen maldad porque son esclavos, y hasta porque hay malos espíritus que se usan de ellos. Si comprendo estas verdades espirituales me será más fácil tener misericordia y perdonar.
3. Además, si no perdono tampoco mi Padre me oye en mi oración (Mateo 6:14), ni me perdona. Me quedo estancado y encerrado en mi cárcel de amargura.
Un hombre o mujer que ha sido tratado por el Señor en su identidad y restaurado en cuanto a la paternidad puede levantarse en amor y perdón.
Un claro ejemplo de esto es José. El hijo de Jacob. (Génesis cap. 37 a cap. 50)
Traicionado por sus hermanos. Casi lo matan. Vendido como esclavo. Acaba en la cárcel en Egipto. Separado de su familia. Pasando un proceso durísimo. Pero José entendió cuál era su identidad: que él era escogido por Dios, amado y especial. Llamado a un propósito de liberación como el que se estaba desenvolviendo. Y también tenía seguridad en cuanto a su paternidad y a la bendición de Dios en su vida.
Puedo oír a José diciendo: "Mi Padre Celestial tenía todo planeado. Mi vida estaba en su control. Él fue el que me mandó por delante de mi familia para preservarles y para darles un futuro en medio de la crisis. Aunque todo esto ha sido difícil y los hombres me han tratado mal, yo los perdono. Yo soy un hombre bendecido".
Este perdón es una llave para salir de la cárcel de amargura que nos mantiene atados al pasado. El pedir perdón y perdonar es un paso imprescindible para que las bendiciones de nuestro Padre en los Cielos se movilicen para nosotros.
De manera que podemos decir con toda confianza que el Señor sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. Salmo 34:18.
Y lo hará así:
- la identidad de Dios sana la confusión de identidad;
- la paternidad del Señor sana los daños ocasionados por una mala paternidad;
- y el perdón es la llave para la sanidad y libertad. ¡Y está en nuestra mano!
-------------------------------------------------------------------------------------
A continuación os comparto los audios de los dos talleres de reparación del corazón que Vanessa y yo impartimos en el Campamento Activados Libres 2019. Usamos este material que has podido leer, y además añadimos otras ideas que el Señor nos dio en ese día. ¡Que nuestro Padre te bendiga y seas completamente sano en ÉL!
Comentarios
Publicar un comentario